Los sacramentos son signos eficaces de gracia, de vida divina, lo que  simbolizan lo contienen y lo donan. Por la acción del Espíritu Santo, que Jesucristo prometió a la iglesia, estas acciones realizadas por los Ministros idóneos y en la condiciones apropiadas son signos eficaces de gracia, de los dones de Dios: nueva vida, plenitud del Espíritu, alimento espiritual, signo de la misericordia de Dios, fortaleza y perdón en la debilidad , signo del cuidado de Dios por su Pueblo y el signo del amor de Dios .  

1131 Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina. Los ritos visibles bajo los cuales los sacramentos son celebrados significan y realizan las gracias propias de cada sacramento. Dan fruto en quienes los reciben con las disposiciones requeridas.

1116 Los sacramentos, como «fuerzas que brotan» del Cuerpo de Cristo (cf Lc 5,17; 6,19; 8,46) siempre vivo y vivificante, y como acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia, son «las obras maestras de Dios» en la nueva y eterna Alianza.

1121 Los tres sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Orden sacerdotal confieren, además de la gracia, un carácter sacramental o «sello» por el cual el cristiano participa del sacerdocio de Cristo y forma parte de la Iglesia según estados y funciones diversos. 

1122 Cristo envió a sus Apóstoles para que, «en su Nombre, proclamasen a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados» (Lc 24,47). «Haced discípulos de todas las naciones,  bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19).

1210 Los sacramentos de la Nueva Ley fueron instituidos por Cristo y son siete, a saber, Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden sacerdotal y Matrimonio. Los siete sacramentos corresponden a todas las etapas y todos los momentos importantes de la vida del cristiano: dan nacimiento y crecimiento, curación y misión a la vida de fe de los cristianos. Hay aquí una cierta semejanza entre las etapas de la vida natural y las etapas de la vida espiritual (cf. Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae 3, q. 65, a.1, c).